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LUMOS MAXIMA :: Gran Bretaña :: Viviendas :: Mansión Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Y de pronto, todo ha valido la pena. Aquel amor que superó la fraternalidad en nosotros era real, tan real que había vencido todo. Nuestra inmadurez, estupidez y ego. La inmadurez de casarnos por seguir una tradición absurda y el miedo a la soledad. Ninguno de ellos pudo contra nuestro sentir, porque a pesar de compartir la misma sangre yo estoy segura de mi amor por él. Compongo una sonrisa sarcástica ante su advertencia, mi rostro libre de lágrimas pues él mismo se ha encargado de secarlas. - Nunca nada es fácil contigo. Estoy acostumbrada a eso. - ahogo un jadeo al sentirlo apretar mis pechos. Estaban sensibles y no tenía idea de porque, pero me apresuro a quitarle la playera para quedar en igualdad de condiciones. No me preocupo de que nuestro hijo vaya a entrar de pronto, sé que los elfos lo mantendrán ocupado hasta que las órdenes cambien. También desabrocho la parte frontal de mi sujetador para dejar mis pechos libres, más bien para que él me tocara por donde quisiera. - Te amo más. Te quiero solo para mi. - exijo con un hilo de voz pues sus labios se apoderan de mi cordura. Desde la primera vez que nos besamos supe que jamás habrían besos que me dieran lo que él me daba o que provocaran en mi lo que Apolo lograba. ¿Y qué si éramos hermanos? Nada impedía que fuera mi alma gemela. Y yo no iba a dejar que nadie me impidiera estar a su lado, ahora que sabía que él desea lo mismo.
Artemisa Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Sonreí, complacido por su afirmación. Nada me resultaba más placentero que verla rebosar en seguridad, pero también amaba sus enojos, su manera de decirme idiota y su vulnerabilidad. Esta última me demostraba que no le daba miedo abrirse conmigo y salir lastimada durante los sucesos. A mi tampoco me daba miedo, solo en contadas ocasiones que me parece, no se repetirán nunca más en lo que nos resta de vida - La costumbre se hará más fuerte entonces - sus pezones sonrosados me encantaban, pero más lamerlos como lo hice a continuación. La punta cálida de mi lengua repasó la dureza de uno de ellos, lentamente para torturarla un poco, al final de cada lamida mordía suavemente la circunferencia que lo componía y sentí como su piel se tensaba más. Un hilillo de baba se me escapó dejando humedecido uno de sus pechos, pero la miré de modo pervertido al tocar su pezón con el dedo que antes usé para dar placer a su clítoris. Mi miembro palpitaba, se volvía más incomodo. Debo decir que se recuperó bastante bien de lo incomodo de hace unos segundos porque volvía a la carga, con todo y el leve tinte azul de mis bolas -aunque es mentira, casi lo vi venir-. Ayudé a que cayera su camisa junto con el sostén porque odiaba tener interferencias que me impidieran apreciar la belleza de su cuerpo - Soy solo tuyo - admití, sin sentirme subyugado ante el poder que ejercía en mi - no puedo decir que haya tenido una conexión con alguien como la que tengo contigo, ni de cerca, ni de lejos - mordisqué el otro pezón, lamiendo de igual manera mientras mis manos acariciaban sus pechos por debajo, hasta deslizarse a su espalda y meter las manos en su pantalón para palpar su trasero - ¿acaso no ves, diosa que me tienes hecho loco, como si fuera un simple mortal el que tiene derecho sobre tu ser? - estaba esto poniéndose mas y mas caliente, cosa que me encantaba.
Apolo Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Valdrá la pena cada segundo. - jadeo con fuerza pues en ese momento usa su lengua para endurecer mis pezones. Primero uno, tomándose su tiempo, adorándome con cada una de sus acciones. El contraste de su lengua y sus dedos envió una descarga de placer por mi espina dorsal y viajó por mi cuerpo hasta instalarse en mi entrepierna, que desde hace rato estaba ansiosa de él. Cuando dice que es solo mío siento que no podría amarlo más de lo que ya lo hago. Lo que a ojos del mundo podría resultar abominante era amor puro, el amor más intenso que dos personas podrían sentir la una por la otra. Ni nuestros padres en el pasado habían podido evitarlo, ni nadie lo haría ahora que habíamos decidido ser libres para amarnos. Dejo caer mi cabeza hacia atrás, mientras Apolo se apodera de mi cuerpo como solo él sabía hacerlo. Un gemido sonoro llena y hace eco en la sala, por lo que agradezco que mi hijo esté afuera, jugando y ajeno a lo que ahí se cuece. - Nadie más que tú para lograrme excitar así. Si soy tu diosa tú eres mi dios, con quien quiero vivir para siempre. - bajo la cabeza, con ansiedad por tenerlo y lo hago subir el rostro, usando mis manos sobre sus pómulos y atrapando sus labios. Exijo sus besos pues por mucho tiempo los he compartido con la mustia de su esposa, y él con el odioso de mi marido. Pero a partir de ahora seríamos sólo el uno del otro, para celebrar esa noticia tendríamos el mejor acostón del mundo primero.
Artemisa Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Lo fogoso que sentía el cuerpo Artemisa lo iba alimentando con las reacciones que tenía al tacto de mis manos y lengua. La piel se me erizó cuando sus gemidos llenaron la sala. La calidez de sus pechos llenó mi nariz al hundirla entre aquel par de tetas que en el pasado alimentaron a Orfeo. Sonreí pícaro - ¿Nadie? Ni John, quiero suponer... - la tenté, deseaba conocer su respuesta, pero no me detuve solo ahí. Disfrutaba el sexo con Artemisa porque a pesar de que lo hacíamos con amor no era menos caliente y pasional si no todo lo contrario, me excitaba verla arquear la espalda y gemir como ella lo hacía. El día de hoy no me sentía especialmente apresurado para hacerla mía, pues tengo muchos días para seguir disfrutando de sus atenciones. Un estremecimiento se apoderó de mi espina, que me hizo removerme un poco en mi silla. Lamí su cuello antes de lanzarme a quitar su pantalón y su ropa interior con cierta dilación, jugando con el borde de esta - Quiero saber si es que quieres hacer una hermanita para Orfeo - Ofrecí, galante, luego le di un beso fugaz en los labios antes de cargarla y tumbarla contra el sillón, a lo largo para conseguir un poco mas de espacio. Fue ahí donde le eché un vistazo completo al panorama y me di cuenta de que nunca me iba a cansar de ese cuerpo tan escultural, ni cuando se volviera viejo con los pellejos colgando. Me reí yo solo por ese pensamiento, pues era antes tan superficial con cualquier mujer que se me cruzara que eso nunca lo hubiera pensado. Me puse de pie unos segundos, para deleitar a mi mujer y hermana sacandome los pantalones aún más lento que lo hice con ella, subrayando con un dedo el bulto que se formó debajo de ellos. Estaba tan sensible que me estremecí un poco, pero deje caer la primer prenda antes de quedarme en ropa interior - ¿segura que quieres verlo? - lo deje así, arriba, pero ansiaba dejarlo libre, sin embargo el juego apenas había empezado. Me puse de rodillas frente a ella para abrir sus piernas y agachame a dar una lamida profunda en su vagina. Y juro por los dioses que me supo a gloria y la lengua se me volvió gelatina ante el sabor de esa mujer que me removía cada célula de mi ser. Decidí que le iba a dar el mismo placer oral que yo sentí hace un segundo.
Apolo Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
El choque de la respiración de mi hermano con el espacio entre mis pechos me iba a sacar de mis casillas. No por que fuera malo, sino por el contrario, era una de las mejores sensaciones del día y eso que apenas estaba comenzando. - Nadie, nunca en la vida. John el que menos. Contigo conocí el verdadero placer. ¿Crees que lo cambiaría por otra cosa? Vendería mi alma a los demonios por un orgasmo más contigo. - confieso, porque no tengo nada que ocultar. Sin proponérselo podía leer mi alma porque no tenía secretos para con él. Eramos uno mismo, desde que fuimos concebidos y así es como íbamos a morir. Hacer una familia a su lado, estando juntos libremente se me antojaba raro. Caminar por la calle tomando su mano mientras Orfeo corre frente a nosotros sería inusual y normal a partes iguales. Y me sorprendo con el deseo de hacer realidad esa imagen. Al parecer tengo razón y lee mis pensamientos, pues hace una oferta que sabe, no puedo rechazar. - Por supuesto. - gimo, excitada con la mirada que me ha echado luego de desnudarme y tirarme en el sillón. - ¿Te gustaría que Orfeo te diga papá? - yo también tengo ofertas tentadoras. No sería tan difícil borrar los recuerdos de John de la mente infantil de mi hijo, con un hechizo y ya. El amor por Apolo siempre había estado, y yo segura estaba que lo amaría más al dejarle saber que es su padre. Vuelvo a gemir pues mi dios personal se quita la ropa para hacerme desearlo, más de ser posible. Muerdo mi labio inferior y asiento, mirando su bulto y luego a sus ojos, como implorando por su presencia. Sin embargo sigue jugando y aprovecha que me he acostado con las piernas abiertas para perderse en la humedad de mi sexo, quien lo recibe gustoso como siempre. Primero una lenguetazo que me hace temblar y al parecer a él también, antes de perderse en las profundidades de mi cavidad. - Quiero ser la única madre de tus hijos. - jadeo mientras mi espalda se arquea, disfrutando de su regalo. También era una advertencia, porque no había universo donde yo permitiría que su mustia esposa le pariera una criatura.
Artemisa Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Me estaba gustando el camino que tomaban las palabras de mi hermana, ¿por qué? Alabarme nunca se le dio, ni cuando niños, ni cuando crecimos, menos cuando empezamos a ser unidos, pero que aclarara expresamente el hecho de ser el hombre con quien conoció el placer me infló bastante más el ego -si es que eso es posible, pues de hecho ya lo tengo bastante subidito, excepto por los pasados días, en los que su ausencia me pegó bastante duro, incluso la presencia de Orfeo por ahí, me tenía agotado, como si el ánimo y la vida se me hubieran ido. No puedo decir que la juventud, porque esa de me fue hace un par de años, digo tampoco estoy super viejo - ¿Solo conociste el placer? Creí que también otras cosas - quería que lo dijera, me encanta cuando lo dice y cuando se lo digo, pegados, juntos, sudados - Una nena, una Artemisa - aunque es bastante raro, decirlo así con aire excitado y soñador, probablemente por nuestra circunstancia de parentesco pueda pensar que una hija sería mi amante o algo así, eso sonaba bastante bizarro desde mi punto de vista, pero claro, con todo lo que vivimos hoy en día no me puedo juzgar duramente aunque claro está que a mis hijos no los puedo ver con otra clase de amor que no sea paternal. Mientras nuestros cuerpos se rozaban brevemente la rubia me hizo una pregunta importante que deje sin responder, eso lo iba a decir en el momento adecuado, cuando considerase preciso decirlo para excitarla, porque sé que ser el padre de sus hijos la haría querer cogerme con más ganas. Me encontraba ya dentro de su vagina, bebiendo sus fluidos lubricantes con singular alegría. Hundí mi lengua repetidas veces dentro de ella sin despegar la cara por largo rato. Cuando sentí la necesidad sacaba la nariz apenas un poco para besar al rededor de su intimidad; chupaba también su clítoris y cuando volví a hundir la nariz reí un poco -con motivo de aquel comentario tan adecuado con la reciente noticia-, provocando que la vibración de aquella risa hiciera eco en su vagina, para mayor placer de mi hermanita. Y decirlo con aquel toque de excitación, había suscitado una muy, muy solida erección. Me levanté para observar el buen trabajo realizado, deslizando el pulgar a través de la comisura de mis labios donde se agolpó parte de sus fluidos. Con una gran sonrisa palpé mi paquete, bajo la pegada y masculina ropa interior negra que acentuaba mi bien dotada anatomía. Deslicé los dedos al interior del elástico y baje lentamente la ropa, dejando saltar mi miembro fuera de esta, ayudándome al final con ambas piernas para dejarla fuera de la jugada - ¿qué dices? Si es que eres la única madre de mis hijos - énfasis en la última palabra hablando como si nuestro futuro hijo ya hubiera nacido. Volví a hincarme, con mis manos empujando la pierna derecha de Artemisa hacía adentro. Se podía apreciar el largo de mi dureza con total claridad y lo hinchada que se veía al tener ganas de ella. Con una estocada suave penetré aquella vagina tan húmeda y tan tibia mientras masturbaba su clítoris con fricción exquisita de mis dedos, apenas húmedos por el breve tacto en aquel lugar. Mi cadera se movió sola, atinando - Gime para mi hermanita, que tanto amo tus gemidos como te amo a ti - admití, jadeando por el placer de la penetración.
Apolo Romanov
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"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."
Me doy cuenta como a mi hermanito se le infla el pecho literal y metafórico al escucharme hablar. Mis cumplidos hacia él eran bastante escasos y cuando surgían, resultaban ser sumamente alagadores y sinceros. Caso concreto lo que ahora vivimos. Decido continuar de esa manera, pues ahora tendría el resto de nuestras vidas para molestarlo y para vivir también los buenos momentos, así que empezaría con el pie correcto. - El amor, conocí el amor contigo. Te amo, Apolo. - susurro en su oído, dándole una mordida a su lóbulo al final y suspirando pues el simple hecho de tenerlo cerca era lo mejor que podía haberme pasado. Y arqueo la espalda cuando suspira que quiere una nena, una mini yo. Y lo veo más enamorada que nunca, porque no pude pedirle nada mejor al destino que tenerlo a él como padre de mis hijos y ahora conmigo, a mi lado por siempre. La idea suena tan perfecta y tentadora que juego con ella casi cada segundo en lo que dura este encuentro y lo haré hasta que se vea realizado ese sueño que ni siquiera sabía que tenía, pero que ahora al comenzar a vivirlo me hacía la mujer más feliz en el planeta. Me doy cuenta que ignora mi pregunta a posta, pero tengo cosas más importantes en que concentrarme en este momento, como en sus atinados movimientos faciales dentro de mi humedad. Aprieto los cojines que nos rodean, me retuerzo y al final, con su risa, no puedo más y suelto un grito a la par que estiro sus cabellos pues el placer que me ha producido la vibración de su jolgorio es indescriptible. Estoy a punto y él lo sabe, por lo que se detiene y se relame los labios. Desgraciado. Me deja ahí, tirada, más húmeda que nunca y temblorosa pues casi saboree el orgasmo pero mi hermano tiene planeadas mejores cosas para los minutos siguientes. Primero está un jadeo que se me escapa al verlo al fin en toda su gloriosa desnudez, luego me reafirma que está en la misma idea de no permitir que nadie más que yo lleve el título de madre de sus retoños. - Puedo perdonarte que hayas cometido la estupidez de venirte en tu esposa, eso lo podemos arreglar. - tomo una pausa pues mis jadeos no me permiten sonar lo seria que quiero estar para transmitir ese mensaje. - Incluso podría soportar que tengas un "tropiezo" y te acuestes con otra, pero si vuelves a regar tu semilla, eso no te lo perdonaré jamás. Eres mío. - le aclaro antes de que se deje caer sobre y dentro de mi, como afirmando mis palabras. Se me escapa un grito de placer, de alegría por al fin tenerle dentro de mi, después de tanto tiempo de ausencia. No tiene que pedírmelo, en la primera estocada empiezo a gemir de gusto pues no se conforma con la estimulación interna que su bien dotada erección me da, sino que se encarga de mi clítoris con sus dedos. Y continúo de aquella manera, gimiendo acompasada al ritmo que mueve su mano y arqueando la espalda, necesitada de más contacto y más cercanía, aún más.
Artemisa Romanov
Mensajes : 15
- I Laik dis:
- chu *3*"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."Artemisa, ¿qué es lo mejor que podía escucharla decir? De su boca salieron las palabras anheladas y me quedé callado durante los siguientes momentos, cosa que era bastante difícil de lograr, sobre todo ahora que no salía de mi boca más que jadeos; denotaba aquello el placer que me provocaba cada roce con su piel. Me encantaba. Tenía una vista privilegiada desde ahí. Podía observar aquel par de azules mirarme con tanta lujuria que parecía que podían saltarse en cualquier momento. Pero a la vez desbordaban cosas que nunca vi en ellos. Se reflejaba mi rostro y el brillo que desprendían al mirarme era sin duda halagador, pero dentro de mi había algo mas. Era lo mismo que no me permitía que se me levantara a menos que me la imaginase a ella en mi cama. Lo he admitido muchas veces delante suyo, pero a la vez también me envolvía cierta debilidad cuando cuando esa sensación se anidaba en mi pecho. Estaba enamorado sin lugar a dudas. Continué embistiéndola, inclinando mi cuerpo adelante sobre sus piernas para lograr mayor profundidad y rozar entre mi mano y mi miembro su clitoris. Deseaba reventarla de placer. La ola de calor que anunciaba el orgasmo se aproximaba, pero decidí detenerme brevemente, sacando la dureza de ella. Sé que puedo hacerla rabiar al hacer eso, pero no estaba seguro que es lo que guiaba mis acciones. Me puse de rodillas y me deje caer sobre ella. Si, en efecto estaba echando el trabajo sobre la posición del misionero, la cual, pocas veces usaba ya. En mi pasado la usé cuando alguna chica era virgen y necesitaba sentirse no tan expuesta, pero ahora que lo hacía con ella, donde ya me había expuesto mucho tiempo atrás. Necesitaba sentir el calor de su cuerpo tan pegado a mi como fuera posible. El sudor de su abdomen se pegó al mio y mis músculos se contrajeron al movimiento, es que hacía tanto ejercicio que la grasa corporal ya no era un problema para que se marcaran aquellas cosas que tanto parecía gustarle a mi hermana. Me sujete sobre ella con ambas manos, mirándola directamente a los ojos. La expresión de mi rostro era indescriptible, parecía serio, pero relajado. Agaché la cabeza para besarla y los vellos levemente humedecidos de mi cuerpo se erizaron una vez más cuando aquella sensación de escalofrío placentero me recorrió entero. En el fondo, quizá por tanta miel que derroché en ese instante podía sonar alguna canción del muggle de ed-sheeran y que los dioses me castiguen, pero estaba disfrutando de estar así con ella. Moví el trasero hacía arriba para poder entrar en ella de nuevo y mis movimientos comenzaron de nuevo lentos, pero rítmicos, no deje de besarla por ningún motivo, a pesar de que me dificultara hacer ambas cosas a la vez por la respiración entrecortada. Rodeé su cintura con mis brazos, a modo protector. Quería que nuestra hija fuera hecha en cantidades iguales de amor y lujuria; afortunadamente ninguna nos hacía falta ahora - Te amo - Le repetí entre besos, muchas veces sin detenerme. ¿Me daría una cachetada por pensar que era payaso? Puede ser, pero al menos disfrute de los segundos que me permitió ser así. Y pensar en ella de esa manera provocó que el corazón se me acelerara mucho, bastante, de hecho ella podía sentirlo ya que mi pecho estaba pegado al suyo.
Apolo Romanov
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- yu laik dis:
- chu *3*"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."A veces hablar estaba de más. A veces las palabras, como bien dice el dicho, se las lleva el viento y a veces simplemente no son necesarias. Apolo y yo lo sabemos bien. Al ser gemelos y sobre todo de pequeños, nos podíamos comunicar sin emitir sonido alguno, con alguna mueca o mirada entendíamos lo que el otro quería decir sin decir palabra. En este momento esos recuerdos infantiles se evocan a mi mente pues, tras mi pequeño exabrupto verbal, él solo me dedicó una mirada que entendí a la perfección. Era mío. Lo que me acababa de decir al respecto era cierto. Me pertenecía no sólo físicamente, sino cada pedazo de emoción en su interior eran para mi. La dicha que siento al saberme recíproca de aquellos sentimientos no se puede expresar en un verso, pero nos lo demostramos en ese momento y de aquella manera, con miradas, gemidos, besos. Él se detiene para posteriormente dejarme vacía de él y estoy a punto de maldecir, pero en este momento sé que le confiaría mi vida y la de Orfeo, por lo que simplemente me estremezco y espero a que su siguiente movimiento se dé. Baja mis piernas, que ni siquiera había notado estaban extendidas en posiciones poco ortodoxas para los mortales, pero gracias a los dioses yo tenía bastante elasticidad para seguirle la juerga sexual a mi hermano y se coloca sobre sus rodillas. Inspiro profundamente antes de perderme en sus besos que derrochan todos aquellos sentimientos que nos inundan siempre pero que, debido a nuestras aparentes relaciones, debemos de callar ante el ojo público y la mayoría del tiempo. Y es que yo lo amo y él a mi, ¿tan difícil de entender o diabólico era eso? Nuestro amor era mucho más puro y más intenso del que hubiésemos podido sentir por nuestras parejas y más del que mucha gente experimentará en la vida. Podría quedarme el resto del día sólo besándonos de aquella manera, sin necesidad de sexo, pero dejaríamos de ser nosotros si no termináramos lo que hemos empezado, por lo que Apolo se acomoda de nuevo, encontrando su lugar dentro de mi. Y sé lo que pretende al cambiar a esta inusual posición, tan así lo sé que lo rodeo con mis piernas por la cintura y con mis brazos por el cuello, porque como él, no quiero perder contacto con su cuerpo. Pero no se queda ahí, mi hermanito siempre tiene que dar más de lo que es y repite que me ama constantemente. No sé como lo hace, yo apenas puedo regular mis inspiraciónes al tenerlo dentro de mi y besarnos, pero él se da el tiempo para mi. Y sólo para mi. Lo sé.
Y de pronto pienso que el resto de nuestras vidas será así. Él y yo juntos, así. Bueno, no exactamente así porque tenemos momentos malos y buenos, como todos. Pero juntos al fin, viéndolo cada mañana y durmiendo a su lado cada noche. Siendo libres para amarnos de esta manera o de cualquier otra que queramos en cualquier momento que se nos plazca. Criando a Orfeo y a los pequeños que vengan como una familia. Mi sueño, que no sabía que tenía, se hacía realidad. El darme cuenta de ello fue el detonante de uno de los mejores orgasmo de mi existencia, el mejor hasta ese momento. Estallé en él, con él. Envolviéndonos en un éxtasis que juro que nos llevó a tocar el cielo por unos momentos de gloria. Y justo en el clímax reuní las energías para responderle el sentimiento, diciéndole que lo amaba.
Artemisa Romanov
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- I Laik dis:
- chu *3*"Echar un polvo con la mucama sería genial, pero estoy enamorado y eso es fatal, mueran todos."Mi respiración se volvía más y más agitada conforme la penetraba con fuerza y pasión. Imprimí en mi cintura todo lo que sentía por ella, no solo en ese momento si no lo que he sentido desde siempre, desde que me supe conocedor de este sentimiento. Artemisa no solo provocaba que mis latidos se volvieran rapidos al desnudarse, su mirada y su respiración me volvían loco, solo que a veces era mejor demostrar los sentimientos con acciones que con palabras. No hacía falta decirle todo el tiempo que la quería, eso solo quitaba valor a nuestros sentimientos si no demostrar cuanto significa ella para mi por medio de mi entrega para con ella y con Orfeo. Sentí mis piernas flaquear por un segundo debido al cúmulo de energía que se agolpaba sobre mi miembro y que me recorría repetidas veces la espina, pero me mantuve firme, abrazado a mi hermosa y muy continuamente malhumorada rubia. El sonido del sillón moverse sobre el piso en cada estocada me provocaba cierta gracia, no estaba seguro de tener tanta fuerza acostado como para mover un mueble de sitio. El roce de su cuerpo, me excitaba demasiado; mi piel se volvió de gallina cuando noté su vagina estrecharse sobre mi miembro, que húmedo se erectaba de placer, dentro de ella, hasta que el calor les inundo a ambos. La erección se contagio de la calidez de mi hermana, provocando que a los pocos segundos tuviera un orgasmo y que ese calor se expandiera a través de mi cuerpo. Cada músculo de mi cuerpo se contrajo a más no poder durante los segundos que duró el paraíso en derrocharse sobre nosotros y apreté el brazo del sillón con demasiada fuerza. No pude más que besar a Artemisa una ultima vez en los labios, fugaz, antes de dejar caer mi cuerpo sobre el suyo y palpando su sudor debajo de mi como una maravillosa experiencia. Nuestros pechos se contraían buscando encontrar el equilibrio en la respiración y yo ladeé la cara para besar su mejilla y luego su cuello. Un ultimo estremecimiento me invadió antes de que aquella plancentera sensación abandonara mi cuerpo para dar paso a la relajación posterior. No había duda de que estaba irremediablemente enamorado de mi hermana, por muy bizarro que sonara eso para la gente común y corriente. - Te deseo. - Y la idea de hacerle el amor por toda la casa se me metió tan profundo, que deseaba hacerla mía de nuevo en ese segundo a pesar del problema de logistica que tenía. Necesitaba que se me volviera a parar y antes de eso, llevarla a la cocina para cocinar su cuerpo entre mis besos.
Apolo Romanov
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